viernes, 7 de enero de 2011

Basta de hipocresía: quien no sea especulador que tire la primera piedra

Lanzaba ayer en mis cuentas en las redes sociales la siguiente pregunta retórica: “los que impulsaron el IBEX de 6.700 que hiciera a principios de marzo de 2009 a los algo más de 12.200 puntos que tocó hacia mitad del mes de enero de 2010, lo que implica una subida del ¡¡¡82%!!! en apenas 10 meses, ¿eran inversores o especuladores?” Como no podía ser de otra manera se suscitaron las más variadas respuestas. Sin embargo me interesa de verdad su opinión porque, si les soy sincero, creo que nos estamos dejando llevar por estrategias manipuladoras de la opinión pública de algunos, por una parte, y que somos reos de las trampas en el solitario que nos hacemos como inversores, por otra. Es el interés del debate lo que me sugiere traerlo hoy al blog. Siéntanse libres, como siempre, de repartir collejas a diestro y siniestro. Lo importante es su opinión, no la mía.
Antes de aterrizar en mi discutible visión del asunto, algunos datos adicionales. Uno, el primer 77% de revalorización se había materializado a finales de septiembre. Es decir: para aquellos que hubieran cogido el movimiento desde sus inicios, el principal selectivo español les había regalado una rentabilidad anualizada cercana al 140% en poco menos de siete meses... ¡sin contar los dividendos! Dos, durante esta fase inicial, el RSI, como indicador de sobrecompra se mantuvo permanentemente por encima de 50 y en numerosas ocasiones superó la señal extrema que supone el nivel de 75. Un movimiento paralelo al aumento de la complacencia, medida en términos de baja volatilidad y de mínimos en el ratio put to call. Tres, el volumen no llegó en ningún caso a apuntalar la subida; gran parte de la actividad estuvo liderada por futuros sobre el índice. Cuarto, la participación de los clientesretail fue residual, tanto de forma directa como a través de unos fondos de inversión que, durante toda la fase alcista, apenas vieron suscripciones netas en la categoría de renta variable en general y sí reembolsos en la doméstica en particular.
A ver, a ver. Subida brutal, plazo corto, escasa negociación, operadores especializados… ¿Manipulación? Cambiemos subida por bajada y... ¿a qué les suena? Ahora hagan conmigo un ejercicio adicional: váyanse a las cuentas de resultados de aquellas instituciones en las que la operativa en mercados es parte sustancial de su negocio, miren lo que encuentran y me lo cuentan. El porcentaje de beneficios derivados de trading y similares ha llegado a suponer, en el mundo anglosajón que es el que manda en esta materia, el 80% del total gracias a esa pseudoeuforia colectiva, con el consecuente bono para sus empleados. Es verdad que el apetito por el riesgo ha favorecido la direccionalidad en prácticamente todos los activos, por una parte, y que el rebote se produce después de una caída salvaje de 15 meses que lleva al IBEX del 16.000 a situarse por debajo de 7.000, por otra. Sin embargo, aunque la memoria no es muy fuerte, no me suena ni remotamente haber oído durante todo el proceso alcista una sola voz clamando contra la especulación… mientras la realidad económica de España se deterioraba a pasos agigantados. Ande yo caliente… ya se sabe.
Esa es la hipocresía en la que se desenvuelven algunos. No son capaces de aceptar la bidireccionalidad propia de cualquier bien financiero que es, precisamente, lo que justifica que sea negociable. Aceptan la plusvalía como algo natural, por muy abrupta que ésta sea (miren si no lo que ha ocurrido con muchas inmobiliarias a comienzos de este año; pocos, por no decir nadie, buscó los fantasmas que motivaron su inaudito despegue) y necesitan argumentos maquiavélicos para justificar unas pérdidas que son parte inevitable del juego. Celtiberia Show, que diría el fallecido Luis Carandell. Crean una asimetría artificial porque, igual que nadie les obliga a comprar, tampoco verán impedida su voluntad de vender si así lo desean e, incluso, podrán situarse en el mismo lado de aquellos a quienes censuran. Nunca antes la misma información ha sido accesible a tantas personas al mismo tiempo. Hasta el más mínimo rumor. Actuaciones fraudulentas aparte -por supuesto censurables y condenables-, la consecuencia lógica de tal hecho debería ser una mejora sustancial en el proceso de toma de decisiones, por una parte, y en la eficiencia de los mercados organizados, por otra. Ah amigo, pero queda tan bien el discurso fatalista antes de asumir las propias responsabilidades…
Me ha encantado ver cómo la primera acepción de la palabra especular en el Diccionario de la RAE hace referencia a la pertenencia a un espejo. Y es que, en muchas ocasiones, mientras se nos llena la boca de acusaciones contra esos “mardito especuladore”, que diría Jinks, el gato de Pixie y Dixie, actuamos exactamente igual que ellos. El estallido de la crisis ha puesto de manifiesto cómo aparentes inversiones a largo plazo en inmuebles o en bolsa, muchas de ellas financiadas en un porcentaje sustancial a crédito, se convirtieron de la noche a la mañana en posiciones puramente financieras que había que deshacer como alma que lleva el diablo. Bueno, McCoy, pero eso es otro nivel, Maribel. ¿Sí? Les sorprendería saber cuántos clientes de banca privada, con los que tuve ocasión de tratar unos cuantos años, convertían la gestión a largo plazo que habían firmado en sus perfiles de riesgo, en un trading casi diario en el que importaba más el timing que la idea en sí. Un examen de conciencia colectivo no nos vendría mal. Y, finalmente, ¿no especula quien confía en que dentro de 30 años va a poder pagar una casa que adquiere hoy? Pues eso.
Fuente: Cotizalia, Alberto Artero

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